En el universo del automóvil, hay creaciones que trascienden su tiempo, que no solo representan una era, sino que la definen y moldean el futuro. El Lamborghini Miura es, sin lugar a dudas, una de esas máquinas legendarias. Su historia es un testimonio de audacia, genialidad e irreverencia hacia las normas establecidas. Fue el automóvil que no solo catapultó a Lamborghini al estrellato internacional, sino que también cambió para siempre el concepto de lo que podía ser un coche deportivo.
Corría la década de 1960 y Ferruccio Lamborghini, empresario italiano dedicado a la fabricación de tractores y sistemas de calefacción, ya había comenzado su aventura automotriz como respuesta a su insatisfacción con Ferrari, especialmente con su 250 GT. Así nació Automobili Lamborghini en 1963, con modelos como el 350 GT que apuntaban a competir con los grandes del momento. Sin embargo, fue en 1965 cuando la historia dio un giro crucial.
En esa época, tres jóvenes ingenieros de Lamborghini —Gian Paolo Dallara, Paolo Stanzani y Bob Wallace— comenzaron a trabajar en un proyecto personal fuera de su horario laboral: un chasis radical con motor central trasero. Esta arquitectura, reservada hasta entonces casi exclusivamente para autos de carreras, era inusual en coches de calle. Dallara y sus colegas creían que este concepto podía ofrecer una experiencia de conducción mucho más equilibrada y emocionante.

Ferruccio Lamborghini, inicialmente escéptico, no quería fabricar autos de carreras ni desarrollar tecnologías extremas. Su visión estaba centrada en el lujo, la elegancia y la comodidad. Pero los ingenieros insistieron y lograron construir un prototipo del chasis, llamado P400 —”Posteriore 4 litri”, en referencia a su motor V12 montado detrás de los asientos.
En el Salón del Automóvil de Turín de 1965, Lamborghini mostró únicamente el chasis del P400, sin carrocería. A pesar de eso, atrajo una atención sin precedentes. Fabricantes, prensa y entusiastas del motor quedaron fascinados con su diseño técnico, particularmente por su innovador motor V12 transversal en posición central-trasera, algo nunca antes visto en un auto de calle.

El siguiente paso fue vestir esa ingeniería con un diseño que estuviera a su altura. Para ello, Ferruccio Lamborghini acudió a la casa Bertone, y allí el joven diseñador Marcello Gandini —apenas con 27 años— recibió la oportunidad de crear la carrocería del Miura. Lo que produjo fue una obra de arte sobre ruedas.
La versión final del Lamborghini Miura fue presentada en el Salón de Ginebra de 1966, y el mundo nunca volvió a ser el mismo. Su silueta baja, ancha y escultural, con faros “pestañeantes” tipo pestaña de pestaña (eyelash), líneas curvilíneas y tomas de aire esculpidas, rompía con todo lo visto hasta entonces. Tenía un frontal casi plano y una cola musculosa, mientras que su altura apenas superaba el metro, lo que lo hacía parecer una criatura surgida de otro mundo. Los paneles estaban hechos de aluminio y acero, y el diseño fue aclamado instantáneamente como revolucionario. El Miura no solo era un deportivo veloz; era un objeto de deseo.

La joya del Miura era su motor: un V12 de 3.9 litros diseñado por Giotto Bizzarrini (aunque posteriormente modificado internamente por Lamborghini), capaz de producir entre 350 y 385 caballos de fuerza, dependiendo de la versión. Este bloque estaba montado transversalmente, compartiendo el cárter con la caja de cambios, lo que ahorraba espacio pero complicaba el mantenimiento. Aun así, la innovación era monumental. Gracias a su peso relativamente contenido y su disposición central, el Miura ofrecía una distribución de pesos casi perfecta, proporcionando una maniobrabilidad impresionante para su época. Podía alcanzar una velocidad máxima superior a los 270 km/h y acelerar de 0 a 100 km/h en menos de 6 segundos, cifras asombrosas para mediados de los años 60.
La primera versión del Miura, conocida como P400, contaba con 350 hp y fue producida en aproximadamente 475 unidades. Le siguió el P400S, con mejoras en acabados, ventanillas eléctricas, refuerzos estructurales y un aumento de potencia a 370 hp. Solo se fabricaron unas 140 unidades. La versión más refinada y potente, el P400SV, alcanzaba los 385 hp, con diferenciales separados para el motor y la transmisión, suspensión revisada y pasos de rueda ensanchados. De esta se produjeron apenas 150 unidades. Existieron también las codiciadas versiones SVJ, basadas en el prototipo Miura Jota, más radicales y enfocadas al alto rendimiento, algunas fabricadas de forma oficial y otras convertidas posteriormente.
El Lamborghini Miura no fue solo un éxito de ventas —aunque su producción total se limitó a 764 unidades—, sino una declaración de principios. Fue el primer coche que unió un diseño exótico con una configuración de motor central trasero en un paquete legal para carretera, anticipando la fórmula del superdeportivo moderno. Ferrari tardó años en responder a su propuesta.


Culturalmente, el Miura fue un ícono de la era dorada del diseño italiano. Figuras como Frank Sinatra, Miles Davis o Rod Stewart lo condujeron. Era tan bello y exótico que incluso apareció en la escena inicial de la película The Italian Job (1969), surcando las curvas del Gran San Bernardo en los Alpes, una de las imágenes más inolvidables del cine y del automovilismo.
El Miura dejó de producirse en 1973, reemplazado por el Countach, otra bestia legendaria que empujó los límites aún más lejos. Pero el Miura siempre será recordado como el coche que lo empezó todo. Hoy es considerado uno de los autos más bellos jamás creados y uno de los más importantes de la historia. Las unidades restantes se valoran en millones de dólares y son objeto de culto. Lamborghini ha restaurado algunos modelos a través de su división Polo Storico, preservando la esencia del coche que definió una época.
El Lamborghini Miura es más que un auto: es un mito rodante. Fue concebido por rebeldes, diseñado por un joven genio, aprobado por un visionario y amado por el mundo. Representa una época de oro en la que la pasión y la osadía superaban a la prudencia y la lógica. Su legado está grabado en cada superdeportivo que le siguió. Porque antes del Miura, los deportivos eran rápidos. Después del Miura, también tenían alma.
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