El mercado automotriz español está experimentando una transformación profunda: uno de cada diez vehículos nuevos vendidos entre enero y mayo de 2025 tiene origen chino. Ya sea por marcas puramente chinas o por aquellas con fuerte presencia accionaria o productiva del país asiático, el fenómeno ha cobrado tal fuerza que, en apenas un año, su participación pasó del 6.6 % al 10.2 % del mercado total, sumando cerca de 50,000 unidades matriculadas en lo que va del año.
Este crecimiento se ha dado de forma acelerada, gracias a una combinación de factores clave: precios competitivos, buena oferta tecnológica y una agresiva estrategia de expansión comercial. Marcas como MG, BYD, OMODA, JAECOO y Ebro lideran el avance, con modelos que están sabiendo conquistar al consumidor español, sobre todo en un contexto de inflación y búsqueda de soluciones eficientes para la movilidad urbana y familiar.
MG lidera cómodamente esta nueva ola con más de 21,800 unidades, empujadas principalmente por el éxito del SUV MG ZS (13,125 unidades) y el reciente MG3 híbrido (4,809 unidades), que ha sabido posicionarse como una opción económica con buen nivel de equipamiento. Le sigue BYD con 7,788 unidades, que en pocos meses ha logrado establecer su marca en el segmento de los eléctricos. OMODA y JAECOO, ambas marcas de Chirey, han ganado terreno con sus SUV de diseño llamativo y precios ajustados, sumando 4,737 y 3,518 unidades respectivamente. Ebro, la histórica marca española ahora bajo control de Chery, acumula ya 2,821 unidades gracias a su ensamblaje nacional en la antigua planta de Nissan en Barcelona.
Detrás del fenómeno está una realidad contundente: en España, el precio sigue siendo el factor más importante a la hora de elegir un coche. El 25 % de los compradores lo considera determinante, incluso por encima de la seguridad, la eficiencia o la reputación de la marca. Y los vehículos chinos, gracias a su bajo costo de producción, han sabido ajustar sus etiquetas sin sacrificar (demasiado) en acabados, conectividad o autonomía.

La percepción del público también está cambiando: según encuestas recientes, el 71 % de los españoles se plantea comprar un coche chino, y entre los jóvenes de 18 a 24 años, esta cifra llega al 43 %. Además, un 46 % ya considera que ofrecen buena calidad, mientras que un 42 % confía en su nivel de seguridad.
No todo es positivo. Persisten ciertas dudas sobre su durabilidad a largo plazo, los servicios postventa y la disponibilidad de refacciones. Aún así, la tendencia es clara y ya está transformando el equilibrio de poder dentro del sector automotriz europeo.
Mientras tanto, la Unión Europea observa con atención este avance. Se han iniciado investigaciones por posible competencia desleal y se han propuesto aranceles a algunos modelos eléctricos chinos, bajo sospechas de que estarían fuertemente subsidiados por el gobierno chino. No obstante, marcas como Ebro o incluso Leapmotor —que producirá algunos modelos en Europa gracias a su acuerdo con Stellantis— están buscando estrategias para esquivar esos bloqueos, apostando por ensamblaje local o asociaciones industriales.
En definitiva, la presencia china en el mercado español no es una moda pasajera, sino una reconfiguración estructural que está cambiando los hábitos de consumo, la competitividad de las marcas tradicionales y el mapa económico del sector. Los coches chinos ya no son una rareza, sino una opción real para miles de familias. Y con un crecimiento tan acelerado, no sería sorprendente que en menos de dos años su participación supere el 15 % del mercado. El desafío, ahora, será consolidar su reputación y permanencia en una industria en constante evolución.
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