18/07/2025

Donald Trump se deshace de su Tesla tras ruptura con Elon Musk: el final de una alianza política y mediática

La relación entre Donald Trump y Elon Musk, que alguna vez pareció una alianza estratégica entre dos de las figuras más poderosas e influyentes de Estados Unidos, ha llegado a un punto de quiebre tan simbólico como práctico: el expresidente estaría por vender su Tesla Model S Plaid rojo, adquirido apenas en marzo de este año, luego de un fuerte desencuentro con el CEO de Tesla y SpaceX.

Trump había adquirido el vehículo como una muestra pública de apoyo a Musk en medio de una oleada de críticas hacia sus empresas, especialmente tras decisiones polémicas en torno a X (antes Twitter) y políticas fiscales que afectaban al sector tecnológico. El coche, valorado en más de 110,000 dólares, fue estacionado en la Casa Blanca sin haber sido conducido nunca por el exmandatario, debido a las restricciones que impiden a los presidentes estadounidenses manejar por su cuenta por razones de seguridad.

Sin embargo, la tensión entre ambos se intensificó rápidamente. Elon Musk arremetió públicamente contra una propuesta de ley fiscal promovida por Trump, calificándola de “aberración total” y pidiendo incluso su juicio político. En respuesta, Trump amenazó con retirar contratos gubernamentales a SpaceX y Tesla, lo que provocó una caída significativa en las acciones de la compañía, con pérdidas de hasta 150 mil millones de dólares en valor bursátil.

Este conflicto derivó en la decisión de Trump de cortar todo lazo simbólico con Musk, comenzando con la posible venta de su Tesla. Aunque inicialmente se especuló que podría donarlo o conservarlo como una pieza de colección, fuentes cercanas aseguran que está decidido a deshacerse de él, alegando que “ya no representa sus valores”. La venta del auto no tiene un objetivo financiero, sino más bien político y mediático: es un gesto de distanciamiento tajante.

Lo curioso es que Trump nunca manejó el coche, ni siquiera dentro de los terrenos presidenciales. El Tesla Model S Plaid, uno de los autos eléctricos más rápidos y tecnológicos del mundo, terminó convertido en un trofeo que ahora busca ser removido del escenario presidencial. La imagen de ese auto estacionado frente a la Casa Blanca había sido interpretada como un símbolo de modernidad y cercanía con el sector tecnológico, pero hoy representa todo lo contrario: el fin de una conexión que muchos vieron como oportunista y frágil.

Aunque en entrevistas recientes Trump ha dejado abierta la posibilidad de “hablar con Musk si es necesario”, lo cierto es que los puentes están más rotos que nunca. Para muchos observadores, esta ruptura no es solo una historia entre dos millonarios enfrentados, sino una señal de que la política y la tecnología, cuando se entrelazan por interés más que por convicción, acaban chocando con fuerza.

Ahora, con el Tesla a la venta y Musk completamente alejado del círculo político de Trump, queda claro que esta telenovela moderna ha pasado de la complicidad a la confrontación. Y el vehículo, que nunca tocó el asfalto, será recordado como el emblema de una amistad rota a toda velocidad.