Uno de cada cuatro coches vendidos en el mundo será eléctrico en 2025: China lidera el cambio, pero con matices

El año 2025 marcará un nuevo hito para la industria automotriz mundial: por primera vez, uno de cada cuatro coches vendidos en el planeta será eléctrico. Así lo pronostica la Agencia Internacional de Energía (IEA), que estima que más de 20 millones de unidades eléctricas serán comercializadas a nivel global este año, consolidando una transformación que ya no parece reversible. Sin embargo, detrás de estas cifras alentadoras se esconden matices relevantes, sobre todo en torno al papel protagónico de China y sus peculiaridades.

Durante 2024, el mundo ya presenció un crecimiento sostenido con la venta de 17 millones de vehículos eléctricos, lo que representó poco más del 20% de las ventas totales de automóviles. Ahora, con una proyección superior al 25% para 2025, la electrificación del transporte sigue su curso, impulsada no solo por avances tecnológicos, sino también por regulaciones medioambientales más estrictas, incentivos gubernamentales y cambios en las preferencias de los consumidores.

El actor dominante en este escenario es, sin duda, China. El gigante asiático ha logrado posicionarse como el motor global de esta revolución al representar más del 70% de la producción mundial de autos eléctricos y al consumir más de 11 millones de unidades en 2024. Este volumen de ventas en un solo país iguala al total global de vehículos eléctricos vendidos apenas dos años atrás, en 2022. Incluso, se espera que, por primera vez en la historia, las ventas de eléctricos superen a las de vehículos a combustión dentro del propio mercado chino.

Sin embargo, este fenómeno no está exento de dudas. Diversos analistas han señalado que parte de estas cifras podrían estar infladas por prácticas como las automatriculaciones, en las que los vehículos son registrados sin haber sido vendidos a clientes reales, una estrategia utilizada para cumplir metas comerciales o aprovechar subsidios.

Más allá de China, la adopción de autos eléctricos sigue avanzando, pero con ritmos dispares. En Estados Unidos, las ventas crecieron cerca de un 10% interanual, mientras que en Europa se estancaron con una cuota de mercado cercana al 20%. Aun así, los mercados emergentes de Asia y América Latina mostraron un comportamiento más dinámico, con un incremento superior al 60% en las ventas de vehículos eléctricos, alcanzando cerca de 600,000 unidades, una cifra comparable con el tamaño del mercado europeo hace cinco años.

La IEA advierte que este avance no está garantizado. Existen factores de riesgo que podrían frenar o desacelerar el crecimiento, entre ellos, la posibilidad de nuevos aranceles que encarezcan los modelos eléctricos, un menor crecimiento económico global que afecte la demanda de vehículos en general, o incluso una caída en los precios del petróleo que vuelva más competitiva la movilidad basada en combustibles fósiles. Aun así, los análisis muestran que incluso con un barril de petróleo a 40 dólares, el coste de uso de un coche eléctrico en Europa, cargado en casa, seguiría siendo alrededor de la mitad que el de un coche de combustión.

Ante este panorama, la Unión Europea ha presentado un plan estratégico para reforzar la competitividad de su industria automotriz frente al empuje chino. Entre sus medidas se incluye la flexibilización temporal de normativas de emisiones, la armonización de incentivos para la compra de vehículos eléctricos en todos los países miembros y el impulso al desarrollo de tecnologías vinculadas a la conducción autónoma y los vehículos conectados. También se busca reducir la dependencia de componentes críticos provenientes del extranjero, especialmente baterías y semiconductores.

En conclusión, el crecimiento del mercado global de vehículos eléctricos parece imparable, con China marcando el ritmo y otros países adaptándose a una nueva realidad que combina desafíos tecnológicos, económicos y políticos. No obstante, para que esta transformación sea sostenible y equitativa, será clave una combinación de políticas públicas inteligentes, innovación industrial y una infraestructura que acompañe la evolución del transporte hacia un modelo más limpio, eficiente y accesible para todos.