Mohammed Ben Sulayem, presidente de la FIA, logró una importante victoria política tras la aprobación de una serie de reformas estatutarias y éticas en la Asamblea General del organismo, celebrada recientemente en Macao. Los cambios, aprobados con mayoría significativa, han despertado preocupación entre algunos miembros del ecosistema del automovilismo, al ser interpretados como una maniobra para fortalecer su control dentro de la federación.
Entre los ajustes más relevantes está el adelanto del periodo para presentar candidaturas a la presidencia, la alineación del mandato de comités clave —como los de auditoría, ética y nominaciones— al del presidente, y una mayor capacidad de intervención para bloquear aspirantes cuya integridad profesional esté en duda. También se ampliará la influencia del presidente sobre la composición del Senado de la FIA, un órgano central para la toma de decisiones internas.
La aprobación fue contundente: el 83.35% de los votos respaldó las modificaciones estatutarias, mientras que el 88.83% hizo lo mismo con el nuevo código ético. Sin embargo, no todos los miembros estuvieron de acuerdo. Entidades como Motorsport UK y la Asociación de Automovilistas de Austria (OAMTC) solicitaron que la votación se pospusiera, alegando que era necesario un análisis más profundo y advirtiendo que las reformas podían minar la transparencia y pluralidad institucional.

Una de las críticas más repetidas es que estos cambios ocurren justo cuando se acercan las próximas elecciones presidenciales, previstas para diciembre en Taskent. Esto ha generado suspicacias respecto a si las modificaciones fueron diseñadas para dificultar la aparición de candidatos opositores. Figuras como Carlos Sainz Sr. han manifestado su interés en postularse, y las nuevas reglas podrían representar un obstáculo para su eventual candidatura.
Las modificaciones también han sido vistas como una posible consolidación de poder por parte de Ben Sulayem, en un momento en el que la FIA atraviesa tensiones internas y ha experimentado una rotación constante en altos cargos. La centralización del control en torno a la presidencia podría alterar el equilibrio tradicional entre los órganos de gobierno, debilitando la capacidad de contrapeso de los comités técnicos y éticos.
Con la aprobación de estas reformas, Ben Sulayem fortalece su posición de cara a la reelección, pero el costo político podría aumentar si continúan las críticas desde federaciones nacionales, pilotos o equipos. La decisión de Macao marca un antes y un después en la gobernanza de la FIA, y deja abiertas preguntas clave sobre el futuro de la representación, la supervisión interna y la apertura democrática dentro del órgano rector del automovilismo mundial.
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